La historia marca que Sueño Stereo, más allá del hecho artístico, fue el último intento de remontar una relación (una banda) que ya estaba destinada a disolverse desde que el mismo Cerati había abandonado, de un día para el otro y sin previo aviso, la gira de su disco anterior, Dynamo, y planteó un impasse por tiempo indeterminado, que terminó extendiéndose por dos años y medio. Pero lo cierto es que finalmente en aquellos días Cerati aceptó darle una última oportunidad a la sociedad musical que mantenía con Zeta Bosio y Charly Alberti y de esas brasas surgió Sueño Stereo. El trío se recluyó en los estudios Supersónico de Buenos Aires junto al ingeniero Eduardo Bergallo, con la firme decisión de grabar un disco doble. Cerati y Bosio querían ahondar en la cara electrónica de la música y decidieron que el segundo de los discos sería totalmente ambient. La disquera les disuadió de esa idea por considerarla poco comercial. Por este motivo quedó Sueño Stereo como una producción de duración convencional, en comparación a la idea original. Los cortes Sonoman, Coral, Superstar y Planeador fueron descartados, para luego ser incluidos en el disco en vivo Comfort y Música para Volar (1996). Esto no significa que eliminaran todos los sonidos electrónicos de los temas definitivos. Las pistas Planta, Moiré, X-Playó, Pasos, Zoom y Disco Eterno se beneficiaron directamente del afán experimental de la banda. Se supo combinar hábilmente el sonido de cuerdas clásicas con sintetizadores y programaciones. Un remanente de lo que fue Dynamo lo escuchamos en Ángel Eléctrico, una pista claramente shoegaze. En contra de las directrices de la casa discográfica se programaron los últimos cuatro temas como si fueran uno, sin apenas pausa entre ellos (Crema de Estrellas, Planta, X-Playó y Moiré). La no inclusión de Planeador en Sueño Stereo podría considerarse como uno de los grandes errores en la historia de la banda. A diferencia de Dynamo, en el que la influencia de Nowhere de Ride o Heaven or Las Vegas de Cocteau Twins era muy evidente, Sueño Stereo es más inclasificable, no pertenece al cien por ciento a ninguna corriente determinada, aunque se lo suele relacionar con el brit pop, más que nada por el contexto en el que fue grabado y por el look que adoptó la banda en las entrevistas y fotografías de la época. Para la tapa del disco Cerati quería usar la imagen de un hombre y una mujer sin genitales que había encontrado en un libro de anatomía (todavía se puede ver en Youtube en un especial de MTV con Javier Andrade). Después del obvio rechazo de la compañía, encargaron el trabajo a Alejandro Ros, que craneó el icónico diseño con los tres parlantes/óvulos y los auriculares/espermatozoides sobre el fondo de un tapizado en capitoné blanco. Apenas un par de meses después se vio algo muy parecido en el video de “The Universal”, de Blur. En Sueño Stereo, Cerati comienza su gran cruzada por esquivar estribillos, eje rector de Bocanada (1999). También continúa su doctorado en sampleo, lo que le valió no pocas críticas en su etapa solista (“Alí Babá y los 40 Ceratis”, PinkMoon). El disco suena con calculada frialdad y salvo algunas excepciones, la voz de Cerati se oye seria, por momentos malhumorada o con una tranquilidad zen, pero casi siempre evitando la estridencia. La característica principal de esta última etapa de Soda será ese confortable colchón de cuerdas, dirigido por Alejandro Terán, que acompaña muchos de sus temas. El estilo maduro, en una primera impresión, puede confundirse con cierta monotonía, pero esta discreción pop, ajena a los golpes de efecto, permite que se valoren más los breves pasajes, dosificados en el interior de las canciones, en los que la banda se torna autorreferencial y alude a distintas etapas de su carrera. El disco está dividido en cuatro “programas” de tres canciones, y arranca con la soberbia “Ella usó mi cabeza como un revólver”, que salió de la búsqueda imperiosa por hallar un hit que apuntalara el sueño y cuyo título es un verso de “Planet queen”, de T. Rex, un guiño típico del melómano Cerati, de esos que se extrañan: induce a pensar que sólo puede autodenominarse “pop” aquel que conoce detalladamente la historia del rock. El riff súper rockero de “Disco eterno” retrotrae a Canción animal, es otro shock de la banda para recordarse a sí misma y al público su identidad perdida, pero el resto de la canción flota, ya no necesita de la crudeza de cinco años atrás, y se disuelve en un fade out estilo ambient. Las versiones en vivo del tema añaden una introducción con Tweety González en teclados que torna aún más intenso ese comienzo emblemático. “Zoom”, más que una canción (de lírica en el límite exacto entre el erotismo y la pornografía), es un experimento de laboratorio: su base es la combinación de de “This Town Ain’t Big Enough for Both of Us”, de Sparks, con “New York Groove” de Hello. La segunda suite se inicia con “Ojo de la tormenta”, un track perdido de Abbey Road y también canción de cuna para Benito. “Regrese a mi pieza y encendí la tv”, se queja Cerati, y remata: “En esta hiperhistoria todos quieren un flash y pocos algo para ver”. La crítica a los medios de comunicación remite al primer disco de la banda, pero la mirada ya no es la de un chico irónico de veinticuatro años, ex estudiante de Publicidad, sino la del padre de treinta y largos que quiere dormir a su hijo y protegerlo de la vorágine de fin de siglo. “Efecto doppler” arranca con otro sampleo, el de la percusión de “All my colours”, de Echo & The Bunnymen, pero el tema toma vuelo propio y deriva en una especie de vals con aires balcánicos. A pesar de abrir el paraguas en forma recurrente sobre su poco apego a la escritura poética, indicando de paso a la crítica cómo quería ser leído, la metáfora física/astronómica descubre a Cerati como el letrista ingenioso que siempre fue y el mantra que cierra el tema (“sostenido por una ilusión”) hace pensar que, más que de una pareja, habla de la situación de la banda. Esto también se percibe en la letra de la zigzagueante “Paseando por Roma”, el entrañable hit que no fue, donde el power pop circa Charly Alberti y los vientos reemplazan el delicado entramado de cuerdas. Sin embargo, además de mover la cabeza y los pies, incita a la nostalgia por aquella “contractura rítmica y bailable de Nada Personal” (Diego Giordano en Uniendo fisuras). A partir del tercer programa, como una foto de Volver al futuro, Soda Stereo empieza a difuminarse: lo que se escucha, en más de una ocasión, es una precuela de la carrera solista de Cerati. “Pasos” podría haber sido parte hasta de Siempre es hoy (2002). “Ángel eléctrico”, lo más parecido a una relectura de Dynamo, en el (un)plugged de MTV tuvo una versión menos rígida, con más aire, que la grabada en estudio. “Crema de estrellas”, descartada de Amor amarillo pero en la senda acústica e inspirada de “Té para tres”, se enlaza con “Planta”, cuya explosión, luego de un crescendo con violines, es probablemente el mejor momento del álbum, lo que da paso a un epílogo con la banda a pleno en el que Cerati, al igual que en “Texturas”, habla algo inaudible por detrás y hace uno de los mejores solos de su carrera. Es un minuto treinta y dos segundos donde Soda Stereo se celebra mientras agoniza y en el que transcurre toda la historia de la banda por los oídos, como si se tratara de ese supuesto segundo antes de morir en el que vemos los grandes mojones de nuestra vida en un video-clip. A la letra, que describía la epifanía abismal de un trip psicodélico, con los años se le otorgó un sentido premonitorio. “X-Playo”, un instrumental marciano en el que se utilizaron guitarras como elementos de percusión, y la narcótica “Moirè” concluyen el disco con el sonido de una burbuja estallando en la inmensidad, un detalle algo inadvertido y de alusiones claras. El “Cerrá la escotilla, nena, aquí no hay gravedad” no puede dejar de recordar otro verso imperativo de puro rock nacional: “Sube al taxi, nena, los hombres te miran, te quieren tomar”. Después del reencuentro titubeante, Soda Stereo pensó en editar un disco doble, algo que fue desechado por la compañía. Algunos de los temas que sobraron fueron a parar al final de Confort y música para volar, del año siguiente. Resulta extraño que temas tan propios del adn de Soda Stereo como “Superstar”, “Coral” o “Planeador” (perfecta para la temática meta-sonora de Sueño Stereo) hayan quedado afuera del disco. Hasta el día de hoy, son bastante desconocidos. Sin duda le hubiesen dado mayor cuerpo a un trabajo histórico, que puede escucharse a veinticinco años de su salida como si hubiese sido editado ayer, pero que hacia el final, con la excepción de “Planta”, se diluye. Esta observación no descarta que ese anticlímax haya sido buscado.